Más allá de los microbiomas. Borja Sánchez

(Fragmento del artículo del mismo título que Borja Sánchez, Investigador en excedencia del IPLA-CSIC, Consejero en funciones de Ciencia, Innovación y Universidad del Gobierno del Principado de Asturias y Cofundador de Microviable Therapeutics, publicó para la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC) con motivo de la celebración el 27 de Junio del día mundial del Microbioma).

Hoy celebramos el Día Mundial del Microbioma. Una fecha, el 27 de junio, que sirve cada año para resaltar la importancia de las comunidades microbianas, no sólo para mantener nuestra salud y la vida tal y como la conocemos, sino para garantizar la sostenibilidad de nuestros ecosistemas y de nuestro propio planeta. Hace 5 años, tuve la suerte de estar en Irlanda en el evento donde se anunció la creación de este día, concebido en 2018 por la UCC y la APC Microbiome Ireland. Su el objetivo es que la población general conozca la importancia de todos los microorganismos a la hora de mantener la salud humana, animal y medio ambiental. El tema inaugural de aquel primer Día Mundial del Microbioma fue “Mind our Microbes”(Cuida nuestros Microbios), y fue anunciado durante la conferencia internacional “Translating the Microbiome” en el INEC de Killarney, Irlanda.

Los microbiomas comprenden el conjunto de microorganismos, junto con sus genomas y el ambiente que les rodea, que se encuentran en un determinado hábitat. Y aunque no lo parezca, el conocimiento sobre esos seres microscópicos (bacterias, arqueas, hongos y virus, principalmente), es una fuente de soluciones para avanzar hacia un futuro sostenible y hacia temas tan importantes como la medicina personalizada. Por eso es crucial que este día mundial exista, y que ayude a crear conciencia sobre la contribución de los microbiomas en nuestras vidas y en la salud del planeta. Por ejemplo, los microbiomas vegetales, principalmente a nivel de la rizosfera, son fundamentales para la fijación de nitrógeno, para el buen desempeño de los cultivos, o para su adaptación a suelos secos. Los microbiomas marinos contribuyen decisivamente al ciclo de la materia orgánica y de los nutrientes, y su conocimiento puede darnos pistas sobre cómo mitigar el cambio climático. Y qué decir del microbioma humano y su implicación en la salud y la enfermedad. La evidencia científica sugiere que ahí, en esos microorganismos que viven en, sobre y dentro de nosotros, residen muchas de las claves a enfermedades cuyo agente o mecanismo causal permanece elusivo. En nuestro microbioma nos esperan nuevas dianas terapéuticas y también terapias que ayuden a instaurar tratamientos menos agresivos.

Es una afortunada casualidad que uno de los galardonados con el premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica en su edición de 2023 sea Jeffrey Gordon, cuyas investigaciones han permitido identificar el enlace entre las alteraciones en las poblaciones de la microbiota intestinal y la obesidad, y también con enfermedades derivadas de la misma como la diabetes. Y su labor ha sido muy relevante porque, si bien se conocen cada vez más enfermedades humanas que cursan con estas alteraciones en la microbiota –denominadas disbiosis-, la causalidad es más difícil de demostrar, y por tanto es más complicado identificar esas nuevas dianas terapéuticas microbianas responsables de efectos clínicos positivos.

Contribuciones científicas como las del doctor Jeffrey Gordon, nos ayudan a tener un catálogo metodológico para establecer mecanismos causales entre la disbiosis microbiana y enfermedades como la obesidad y la diabetes, y establecen la hipótesis de trabajo de que bien determinados microorganismos, grupos de ellos, o microbiotas completas pueden ser utilizados con fines terapéuticos. También abre el abanico a utilizar componentes precisos de estos microorganismos, moléculas concretas que sean responsables del efecto positivo que se busque. Finalizaba aquella tribuna que mencionaba antes, indicando la posibilidad de utilizar nuestros propios microorganismos para tratar y corregir enfermedades de diferente tipo, pero advirtiendo que teníamos por delante retos tecnológicos, como i) ser capaces de conservar esos microorganismos cuando tenemos un buen estado de salud, y ii) poder cultivarlos, propagarlos y suministrarlos, ya que suelen ser microorganismos con alta sensibilidad al oxígeno.

Fue justamente esta observación la que, allá por el año 2016, hizo que cinco científicos del IPLA-CSIC entre los que me cuento, nos decidiésemos a fundar una empresa de base tecnológica diferente, porque centraba su modelo de negocio en el almacenamiento de microbiotas a largo plazo que, manteniendo su viabilidad, pudieran utilizarse para generar productos y terapias en forma de probióticos/consorcios personalizados en el marco de la medicina de precisión (Microviable Therapeutics). Y por eso el título de este artículo alude a ir “Más allá de los microbiomas”. Porque ya tenemos sus genomas, sus metabolitos, conocemos sus moléculas y tenemos cada vez más evidencia de su relación con la salud y la enfermedad, pero debemos seguir dando pasos firmes en el uso personalizado de estos microorganismos con fines terapéuticos y también preventivos.

Por tanto, es hora de ir más allá de los microbiomas. La cantidad de datos científicos acumulados sobre la implicación de la disbiosis intestinal con la salud y la enfermedad, unidos al conocimiento de la variedad y especificidad interindividual de nuestros microbiomas, hacen que éstas sean fuente de potenciales tratamientos personalizados, o marcadores de salud y enfermedad. Y quién sabe si de más cosas, porque el doctor Carlos López Otín identifica la disbiosis como uno de los procesos distintivos del envejecimiento y del cáncer.

Leer el articulo completo